Tal vez, es en “Ojos de perro azul” dónde García Márquez introduce de manera más intensa, o mejor: más directa y evidente a los espejos en los sueños.
En “Cien años de soledad” plantea la relación sueños-espejos, de un modo aparentemente más sutil, pero harto trascendental para el argumento.
Así es, que justamente a un sueño se debe el lugar de ubicación de Macondo. Luego de salir del pueblo de origen, “espantados” más por la culpa que por el fantasma de Prudencio Aguilar, y en busca de un lugar dónde asentarse, [casi después de dos años de travesía], en un campamento junto a un río, José Arcadio Buendía tiene un sueño.
“[...] José Arcadio Buendia soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó que ciudad era aquella, y le contestaron, con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno; pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea.
José Arcadio Buendía no logró descifrar el sueño de las casas con paredes de espejos hasta el día en que conoció el hielo. Entonces creyó entender su profundo significado. Pensó que en un futuro próximo podrían fabricarse bloques de hielo en gran escala, a partir de un material tan cotidiano como el agua, y construir con ellos las nuevas casas de la aldea. Macondo dejaría de ser un lugar ardiente, cuyas bisagras y aldabas se torcían de calor, para convertirse en una ciudad invernal”.
¿Descifró José Arcadio Buendía el sueño?, o mejor aún ¿el sueño contenía alguna revelación? Y éste interrogante lo formulo obviamente dejando de lado el nombre y la ubicación del pueblo.
Más adelante, una noche en su laboratorio, Melquiades “[...] creyó encontrar una predicción sobre el futuro de Macondo. Sería una ciudad luminosa, con grandes casas de vidrio, donde no quedaba ningún rastro de la estirpe de los Buendía. "tronó José Arcadio Buendía";"No serán casas de vidrio sino de hielo, como yo lo soñé, y siempre habrá un Buendia, por los siglos de los siglos.”
En “Cien años de soledad” plantea la relación sueños-espejos, de un modo aparentemente más sutil, pero harto trascendental para el argumento.
Así es, que justamente a un sueño se debe el lugar de ubicación de Macondo. Luego de salir del pueblo de origen, “espantados” más por la culpa que por el fantasma de Prudencio Aguilar, y en busca de un lugar dónde asentarse, [casi después de dos años de travesía], en un campamento junto a un río, José Arcadio Buendía tiene un sueño.
“[...] José Arcadio Buendia soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó que ciudad era aquella, y le contestaron, con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno; pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea.
José Arcadio Buendía no logró descifrar el sueño de las casas con paredes de espejos hasta el día en que conoció el hielo. Entonces creyó entender su profundo significado. Pensó que en un futuro próximo podrían fabricarse bloques de hielo en gran escala, a partir de un material tan cotidiano como el agua, y construir con ellos las nuevas casas de la aldea. Macondo dejaría de ser un lugar ardiente, cuyas bisagras y aldabas se torcían de calor, para convertirse en una ciudad invernal”.
¿Descifró José Arcadio Buendía el sueño?, o mejor aún ¿el sueño contenía alguna revelación? Y éste interrogante lo formulo obviamente dejando de lado el nombre y la ubicación del pueblo.
Más adelante, una noche en su laboratorio, Melquiades “[...] creyó encontrar una predicción sobre el futuro de Macondo. Sería una ciudad luminosa, con grandes casas de vidrio, donde no quedaba ningún rastro de la estirpe de los Buendía. "tronó José Arcadio Buendía";"No serán casas de vidrio sino de hielo, como yo lo soñé, y siempre habrá un Buendia, por los siglos de los siglos.”
A simple vista podríamos responder la pregunta de atrás... el patriarca no sabía interpretar los sueños o tal vez el sueño sólo contenía la revelación de nombre y lugar. Pero ubicandonos un poco en el surrealismo, podriamos decir que si; que al menos parcial y metaforicamente fue bien interpretado, en cuanto a lo de las paredes de espejo, convertidas en “hielo” [por las inferencias del soñador].
“Las paredes de Macondo” estaban destinadas a “derretirse” como el hielo. A derretirse y correr y fugarse como el agua, de la memoria colectiva, lo mismo que los Buendia. Primero ellos, luego el pueblo “olvidado hasta por los pájaros”. Es así que quedando en vida los últimos cuatro de la estirpe: Aureliano, Amaranta Ursula, su hermano José Arcadio y Aureliano Amador; ya “Los Buendía” se estaban perdiéndo en el olvido y apenas quedaban vestigios en la memoria de Gabriel, amigo de José Arcadio y bisnieto del coronel Gerineldo Márquez [compañero de luchas del coronel Aureliano Buendia], y en la de Pilar Ternera a quién Aureliano encontró dirigiendo un burdel, a la edad de 145 años. Todos los demás habitantes de Macondo quizá pensaban algo parecido a lo que pensaba la dueña de otro burdel que frecuentara Aureliano: “Discutió con una rabiosa pasión de comadrona que el coronel Aureliano Buendia, de quién en efecto había oído hablar algúna vez, era un personaje inventado por el gobierno como un pretexto para matar liberales”.
O como el párroco que atendió a Aureliano, cuándo fue en busca de su partida de bautismo, y quién al no encontrar datos relevantes, le dice que tal vez le pusieron el “Buendia” porque había una calle que se llamaba asi y en ese entonces la gente “tenía la costumbre de ponerles a los hijos los nombres de las calles.”
Espejos, hielo… "Espejos de agua", entre los que se iban borrado paulatinamente los Buendia; tal como le ocurrió a uno de los últimos cuatro: José Arcadio hallado por Aureliano “[...] Esa tarde, habiéndolo echado de menos en la cocina, buscó a José Arcadio por toda la casa, y lo encontró flotando en los espejos perfumados de la alberca, enorme y tumefacto, y todavía pensando en Amaranta”
Y así como “por un sueño de espejos” Macondo fue cimentado, también por una revelación como “de espejo hablado” habría de…
“…Aureliano saltó once paginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos como si estuviera viendo en un espejo hablado.”
“[...] Antes de llegar al verso final” Aureliano ya había comprendido”…
“Pues estaba previsto que la ciudad de los espejos [o los espejismos]"...
Pero esos no son los únicos espejos de ésta clase que contiene “Cien años de soledad”.
“Las paredes de Macondo” estaban destinadas a “derretirse” como el hielo. A derretirse y correr y fugarse como el agua, de la memoria colectiva, lo mismo que los Buendia. Primero ellos, luego el pueblo “olvidado hasta por los pájaros”. Es así que quedando en vida los últimos cuatro de la estirpe: Aureliano, Amaranta Ursula, su hermano José Arcadio y Aureliano Amador; ya “Los Buendía” se estaban perdiéndo en el olvido y apenas quedaban vestigios en la memoria de Gabriel, amigo de José Arcadio y bisnieto del coronel Gerineldo Márquez [compañero de luchas del coronel Aureliano Buendia], y en la de Pilar Ternera a quién Aureliano encontró dirigiendo un burdel, a la edad de 145 años. Todos los demás habitantes de Macondo quizá pensaban algo parecido a lo que pensaba la dueña de otro burdel que frecuentara Aureliano: “Discutió con una rabiosa pasión de comadrona que el coronel Aureliano Buendia, de quién en efecto había oído hablar algúna vez, era un personaje inventado por el gobierno como un pretexto para matar liberales”.
O como el párroco que atendió a Aureliano, cuándo fue en busca de su partida de bautismo, y quién al no encontrar datos relevantes, le dice que tal vez le pusieron el “Buendia” porque había una calle que se llamaba asi y en ese entonces la gente “tenía la costumbre de ponerles a los hijos los nombres de las calles.”
Espejos, hielo… "Espejos de agua", entre los que se iban borrado paulatinamente los Buendia; tal como le ocurrió a uno de los últimos cuatro: José Arcadio hallado por Aureliano “[...] Esa tarde, habiéndolo echado de menos en la cocina, buscó a José Arcadio por toda la casa, y lo encontró flotando en los espejos perfumados de la alberca, enorme y tumefacto, y todavía pensando en Amaranta”
Y así como “por un sueño de espejos” Macondo fue cimentado, también por una revelación como “de espejo hablado” habría de…
“…Aureliano saltó once paginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos como si estuviera viendo en un espejo hablado.”
“[...] Antes de llegar al verso final” Aureliano ya había comprendido”…
“Pues estaba previsto que la ciudad de los espejos [o los espejismos]"...
Pero esos no son los únicos espejos de ésta clase que contiene “Cien años de soledad”.
José Arcadio Buendia, [el primero, el mismo de los sueños de paredes de espejo] preso de la locura, y amarrado a la cama, [para impedirle volver a la intemperie bajo el castaño] se consuela con “el sueño de los cuartos infinitos” sueño que García Márquez describe aludiendo a los espejos. Y es interesante además, porque lo que le ocurre al primero de la estirpe de los Buendia, se parece a lo que le pasa al mago de “La escritura del dios” de Borges, sólo que en los sueños del mago, solo hay arena.
“Cuando estaba solo, José Arcadio Buendia se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la virgen de los remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atrás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar en el cuarto de la realidad.
Pero una noche, dos semanas después de que lo llevaron a la cama. Prudencio aguilar le tocó el hombro en un cuarto intermedio, y el se quedó allí para siempre, creyendo que era el cuarto real”…
Y ya entrado en esa aparente galería de espejos paralelos; al “otro lado” su cuerpo no producía ningún efecto en ningún espejo…
“Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas”…
“Cuando estaba solo, José Arcadio Buendia se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la virgen de los remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atrás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar en el cuarto de la realidad.
Pero una noche, dos semanas después de que lo llevaron a la cama. Prudencio aguilar le tocó el hombro en un cuarto intermedio, y el se quedó allí para siempre, creyendo que era el cuarto real”…
Y ya entrado en esa aparente galería de espejos paralelos; al “otro lado” su cuerpo no producía ningún efecto en ningún espejo…
“Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas”…
Años después su hija, la resentída Amaranta, advertída tiempo atrás por la misma muerte; habría de pedir un espejo, momentos antes de morir. Y lo más sorprendente es pensar que llevaba tantos años sin verse en un espejo; quien sabe si sería el mísmo tiempo que dejó de ver a su hermana Rebeca, objeto de su envidia, por superarla en belleza y por ser la primera en quien se fijó Pietro el italiano.
“No se volvió a levantar. Recostada en almohadones, como si de veras estuviera enferma, tejió sus largas trenzas y se las enrrolló sobre las orejas, como la muerte la había dicho que debía estar en el ataud. Luego le pidió a Ursula un espejo y por primera vez en más de cuarenta años vió su rostro devastado por la edad y el martirio, y se sorprendió de cuánto se parecía a la imagen mental que tenía de sí misma”
…Luego de cruzar unas palabras con su madre murió, sin reconciliarse con Fernanda.
...Ahora, que Fernanda no estaba "loca"... hay que creerlo; pero como no pensarlo:
“En realidad, desde que los encontró en los baúles de Aureliano Segundo, Fernanda se había puesto muchas veces el apolillado vestido de reina. Cualquiera que la hubiera visto frente al espejo, extasiada en sus propios ademanes monárquicos, habría podido pensar que estaba loca. Pero no lo estaba. Simplemente, había convertido los atuendos reales en una máquina de recordar. La primera vez que se los puso no pudo evitar que se le formara un nudo en el corazón y que los ojos se le llenaran de lágrimas, porque en aquel instante volvió apercibir el olor de betún de las botas del militar que fue a buscarla a su casa para hacerla reina, y el alma se le cristalizó con la nostalgia de los sueños perdidos”
“No se volvió a levantar. Recostada en almohadones, como si de veras estuviera enferma, tejió sus largas trenzas y se las enrrolló sobre las orejas, como la muerte la había dicho que debía estar en el ataud. Luego le pidió a Ursula un espejo y por primera vez en más de cuarenta años vió su rostro devastado por la edad y el martirio, y se sorprendió de cuánto se parecía a la imagen mental que tenía de sí misma”
…Luego de cruzar unas palabras con su madre murió, sin reconciliarse con Fernanda.
...Ahora, que Fernanda no estaba "loca"... hay que creerlo; pero como no pensarlo:
“En realidad, desde que los encontró en los baúles de Aureliano Segundo, Fernanda se había puesto muchas veces el apolillado vestido de reina. Cualquiera que la hubiera visto frente al espejo, extasiada en sus propios ademanes monárquicos, habría podido pensar que estaba loca. Pero no lo estaba. Simplemente, había convertido los atuendos reales en una máquina de recordar. La primera vez que se los puso no pudo evitar que se le formara un nudo en el corazón y que los ojos se le llenaran de lágrimas, porque en aquel instante volvió apercibir el olor de betún de las botas del militar que fue a buscarla a su casa para hacerla reina, y el alma se le cristalizó con la nostalgia de los sueños perdidos”
Y de Macondo, paso a París, a otros espejos de García M., estos son unos espejos que, al terminar de leer “El rastro de tu sangre en la nieve", se descubren casi premonitorios de lo que le había ocurrido a la nena Daconte su bella esposa, mientras el [Billy Sánchez] sin la menor sospecha de los infortunados acontecimientos, en cierto modo relacionaba los espejos con la muerte.
“Sólo entonces cayó en la cuenta de que ignoraba el nombre y la dirección, y de que no tenía la menor idea del sector de París dónde estaba el hospital.
Ofuscado por el pánico, entró en el primer café que encontró, pidió un coñac y trató de poner sus pensamientos en orden. Mientras pensaba, se vio repetido muchas veces y desde ángulos distintos en los espejos numerosos de las paredes, y se encontró asustado y solitario, y por primera vez desde su nacimiento pensó en la realidad de la muerte.”
“Sólo entonces cayó en la cuenta de que ignoraba el nombre y la dirección, y de que no tenía la menor idea del sector de París dónde estaba el hospital.
Ofuscado por el pánico, entró en el primer café que encontró, pidió un coñac y trató de poner sus pensamientos en orden. Mientras pensaba, se vio repetido muchas veces y desde ángulos distintos en los espejos numerosos de las paredes, y se encontró asustado y solitario, y por primera vez desde su nacimiento pensó en la realidad de la muerte.”
Borges también tiene espejos que alternan con la muerte, En la declaración que narra de Yu Tsun, en “El jardín de los senderos que se bifurcan” Yu Tsun antes de ir a cumplir su misión “de muerte” para transmitir una clave; se despide, Pero no teniendo a nadie de quien hacerlo… se despide de sí mismo:
“[...] Me vestí sin ruido, me dije adiós en el espejo, bajé, escudriñé la calle tranquila y salí”
También "Emma Zunz", otro de sus personajes, se ve reflejada en muchos espejos, antes de hacer lo necesario para no dejar ni una pieza suelta, que pueda comprometerla, cuando tome venganza, asesinando a Loewenthal, autor de un robo del que habían señalado a su padre [ahora muerto].
“[...] Acaso en el infame paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente recova… Entró en dos o tres bares…”
En “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Borges ubica el recuerdo de Herbert Ashe, en los espejos. Ashe, fue quien dejó en un bar el libro “Orbis Tertius” que habría recibido del Brasil en un paquete sellado y certificado, dias antes de morir.
“Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero de los ferrocarriles del sur, persiste en el hotel de Adrogué, entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos”
Y no puedo hablar de ésta clase de espejos, sin mencionar a wilde, quién en “El Retrato de Dorian Gray” pone a su personaje en la terrible situación de encontrarse cara a cara, con las huellas precisas y terribles que han dejado sus actos; sin ocultar, o atenuar ninguna maldad o equivocación, aunque él [Dorian] equivocadamente en algunos momentos sintiese que estaba actuando bien, el retrato era infalible; cruelmente sincero… [podría decirse, que tanto como el espejo de la malvada madrastra de Blancanieves]. Al punto de considerarlo antes de morir como “un espejo injusto”. Y éste retrato visto como un espejo recuerda el cuento de “William Wilson” de Allan Poe, y también a un espejo de “Rayuela” de Cortazar, pero merecen otro post.
Wilde, en ésta misma obra cita un episodio de el emperador romano Domiciano, señalando como fuente el libro [Capitulo VII] que varias veces menciona como “influyente en la vida del protagonista”:
“[...] y, como Domiciano, se paseó por una galería, recubierta de espejos de mármol, mirando a su alrededor, con ojos alucinados pensando en la daga que iba a terminar sus días, enfermo de ese tedio, de ese terrible taedium vitae que se apodera de aquellos a quienes la vida no niega nada;”
Y un recuerdo de las muchas maldades de su “Fantasma de canterville” involucra un espejo con la muerte: “Se acordó de la duquesa viuda, a la que asustó hasta provocarle un ataque mientras estaba frente al espejo, ataviada con sus encajes y diamantes”
“[...] y, como Domiciano, se paseó por una galería, recubierta de espejos de mármol, mirando a su alrededor, con ojos alucinados pensando en la daga que iba a terminar sus días, enfermo de ese tedio, de ese terrible taedium vitae que se apodera de aquellos a quienes la vida no niega nada;”
Y un recuerdo de las muchas maldades de su “Fantasma de canterville” involucra un espejo con la muerte: “Se acordó de la duquesa viuda, a la que asustó hasta provocarle un ataque mientras estaba frente al espejo, ataviada con sus encajes y diamantes”
Alighieri menciona en "La Divina comedia" un espejo en la muerte mísma, [purgatorio] y que trae a colación, en respuesta a una pregunta, que formula luego de pasar el aro de la GULA: "-¿Cómo es posible enflaquecer donde no es necesario alimentarse?". Y parte de la respuesta de Virgilio es: "¿No ves como se mueve nuestra imagen dentro de un espejo, y allí no te parece blando lo que es duro?"...
Y finalizo con un espejo, en un sitio quizá similar al anterior. Éste de Julio Cortazar en “Rayuela”, fruto de una de las charlas entre Oliveira, Horacio, la Maga, Etienne, etc.:
"-Wong dice que Jung estaba entusiasmado con el Bardo –dijo Ronald-. Se comprende, y los existencialistas también deberían leerlo a fondo. Mirá, a la hora del juicio del muerto, el Rey lo enfrenta con un espejo, pero ese espejo es el karma. La suma de los actos del muerto, te das cuenta. Y el muerto ve reflejarse todas sus acciones, lo bueno y lo malo, pero el reflejo no corresponde a ninguna realidad sino que es la proyección de imágenes mentales… Como para que el viejo Jung no se haya quedado estupefacto, decime un poco. El Rey de los muertos mira el espejo, pero lo que está haciendo en realidad es mirar en tu memoria. ¿Se puede imaginar una mejor descripción del psicoanálisis? Y hay algo todavía más extraordinario, querida, y es que el juicio que pronuncia el Rey no es su juicio sino el tuyo. Vos mismo te juzgás sin saberlo. ¿No te parece que en realidad Sartre tendría que irse a vivir a Lhasa?
"-Wong dice que Jung estaba entusiasmado con el Bardo –dijo Ronald-. Se comprende, y los existencialistas también deberían leerlo a fondo. Mirá, a la hora del juicio del muerto, el Rey lo enfrenta con un espejo, pero ese espejo es el karma. La suma de los actos del muerto, te das cuenta. Y el muerto ve reflejarse todas sus acciones, lo bueno y lo malo, pero el reflejo no corresponde a ninguna realidad sino que es la proyección de imágenes mentales… Como para que el viejo Jung no se haya quedado estupefacto, decime un poco. El Rey de los muertos mira el espejo, pero lo que está haciendo en realidad es mirar en tu memoria. ¿Se puede imaginar una mejor descripción del psicoanálisis? Y hay algo todavía más extraordinario, querida, y es que el juicio que pronuncia el Rey no es su juicio sino el tuyo. Vos mismo te juzgás sin saberlo. ¿No te parece que en realidad Sartre tendría que irse a vivir a Lhasa?
–Es increible –dijo la Maga-. Pero ese libro, es de filosofía?
–Es un libro para muertos –dijo Oliveira.
Se quedaron callados oyendo llover.[...]”
–Es un libro para muertos –dijo Oliveira.
Se quedaron callados oyendo llover.[...]”
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