sábado, septiembre 10, 2011

Piedras &...

http://www.flickr.com/photos/decadence/3213251895/ Fotografía: “Stones” [echiner1]

No en vano, deben arrastrarse tantas piedritas bajo el agua, o estar posadas en la tierra. Quizá como dijo Benedetti, acerca de la roca… también la indiferencia de las piedras quiera comunicarnos una alarma infinita. Cuenta Rabelais que los tracios y los cretenses señalaban sus días afortunados y alegres con piedras blancas, y los tristes e infortunados con piedras negras. Benedetti en uno de sus poemas relaciona la alegría con la figura de “piedritas en la ventana”… Piedras y sentimientos… ¿Piedras y cielo?; el “Piedracielismo” fue un movimiento poético colombiano, tan llamativo como su nombre inspirado en un libro del poeta Juan Ramón Jimeno: “Piedra y cielo”. Y no se trata de una simple expresión; la relación es trascendental si de jugar rayuela se trata: “En lo alto está el cielo, abajo está la tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la tierra y remontar la piedrita hasta el cielo, hasta entrar en el cielo, (Et tous nos amours, sollozó Emmanuèle boca abajo), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia [Je n’oublierai pas le temps des cérises, pataleó Emmanuèle en el suelo] se olvida que para llegar al cielo, se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato.[…]” [Rayuela, Julio Cortazar].
No sé que tanto tenga que ver la rayuela con la vida, o las piedras con el cielo; mejor aun: el cielo con el suelo. No sé si sea por aquello de que los extremos se tocan, como bien escribió Neruda:
“[…] piedrecitas,
Resbalaron
Hacia el fondo del húmedo reinado,
Más abajo, hacia donde
Sale otra vez el cielo
Y muere el mar […]”
Y de lo blanco a lo negro… tampoco sé, si la costumbre  de la que cuenta Rabelais tenga sentido; pero tomándola como referencia, habría días dignos de representar de acuerdo a [y también al contrario de] las palabras del poeta peruano Cesar Vallejo... "Piedra negra sobre una piedra blanca".

1 comentario:

dago dijo...

UNa piedra de mi infancia: la piedra de moler. Otra: la piedra del diablo, la que nos causó terror cuando cargábamos la ropa hacia el río San Joaquín aquí en Guaduas.Miro los jardines japoneses, tan discretos, tan sutiles: agua, piedra, arena, verde.

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