Lienzo. Charles Théophile Angrand Musée National d'Art Moderne [Paris]
En el llano, algunas tardes de un momento a otro se tornan amarillas. No el cielo o las nubes; sino el ambiente. El color del día, repentinamente es de un amarillo tenue y hermoso. Cómo si el aire se impregnara absoluta pero levemente de él.
El amarillo era el color favorito de Borges, y para Goethe en su estado puro era un color engendrado por la luz, “risueño” “que impresiona en su modo suave” dice en su Zur Farbenlehre [Teoría de los colores]. En cambio en De lo espiritual en el arte, Kandinsky le atribuye unas características menos ligeras “Así potenciado el amarillo suena como una trompeta tocada con toda la fuerza o un tono de clarín. El amarillo es un color típicamente terrestre que no tiene gran profundidad”.
Borges lo incluye entre las cosas más misteriosas del mundo… Tanto como el mar, los ojos de los ancianos y la música. Es también el color que le siguió acompañando cuándo lo afectó la ceguera… era “el oro del tigre”, y además le dio un lugar entre las cosas esenciales e indefinibles:
“Lo importante no es saber definir una cosa. Lo esencial es lo que no sabemos definir. ¿Cómo definir el color amarillo, cómo definir el amor, la patria, el sabor del café? ¿Cómo definir a una persona que queremos? No se puede. ¿Cuál es mi fe?”
"Día apenas más amarillo sobre la piedra y más extenso,
¿no me podrás restablecer? […]"
Philippe Jaccottet
1 comentario:
Gracias por este texto tan lleno de sugerencias. Es verdad: hay días amarillos.
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