lunes, octubre 25, 2021

 Creo que es la cuarta vez que visito esta ciudad. El balcón del penúltimo piso del hotel me da una vista privilegiada a las montañas; montones de palomas del blanco al camel y al negro revolotean sin cesar posándose en los rústicos tejados de casas antiguas al amparo de la tarde azul y blanca sin matices..

De pronto los pequeños árboles de la calle principal, tiemblan por la amenaza de tormenta que anticipa el viento meciendo sin piedad sus ramas, las palomas se ocultan, unas luces lejanas asemejan estrellas ordenadas en estricto rigor, la luna no se ve.

Recuerdo de repente lo que pensé hace muchos años aquí en otro balcón; lo que amaba entonces, la absurda poesía… la lejanía/la cercanía, escribí entonces en un papel que rompí; creo haber susurrado las palabras.

Ahora hace frío, la canción que escucho... tan llena de nostalgia. Hojas tiernas se cuelan en el cuarto. Algo valioso me arrebata esta noche, este sitio; algo bello y triste, irreparable como la rosa tirada en el andén. El viento que revuelca mi pelo, también se lleva las lágrimas. No estoy mal, solo que hallo ahora, esta vez… por primera vez esta ciudad, preciosa, y me colma esa misma sensación de otros seres y cosas recién las descubría, como piezas de un puzzle adecuadas a los espacios vacios de mi alma, que estimé de algún modo imperecederos, que creí, nunca tendría que «arrancar», desencajar, zafar. Y porque ahora entiendo lo pasajero, lo transitorio de este mundo; -no sin desasosiego- la siento lejana anticipadamente, como «un dolor tan dulce»... 

2 comentarios:

Salomón dijo...

«Cierto, es extraño no habitar más la tierra,
dejar de practicar costumbres apenas aprendidas,
no dar la significación del humano porvenir
a las rosas, y a otras cosas especialmente prometedoras; lo que uno fue en manos infinitamente angustiadas, no serlo más, y aun el propio nombre como ajuguete roto hacerlo a un lado. Extraño, no seguir deseando los deseos. Extraño, ver flotar tan suelto en el espacio todo aquello que guardaba relación. Y el estar muerto es penoso y lleno de aprendizaje para percibir poco a poco un rastro de eternidad»

Elegías del Duino, de Rainer María Rilke.

Paola dijo...

Salomón, Gracias por pasar y por la poesía. Siempre tan profundo y hermoso Rilke...

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