Hace tan poco que creí a las mariposas del jardín vecino, casi eternas, y hoy... hoy
Las ví por primera vez hace unos meses desde mi ventana que daba paralela a su sitio predilecto. En las noches de violentas tormentas no lograba dormir en paz, pensando que el viento las mecia y arrastraba y padecían bajo la lluvia.. A la mañana me tranquilizaba viéndolas de nuevo. Pensaba en reconvenir al vecino por el poco cuidado que les prodigaba. Un día sin ningún reparo se lo dije y pareció excusarse bajo el proyecto de resguardarlas mejor.
De cuando en cuando yo, les llevaba miel o flores y así fui amándolas. Llegó el tiempo en que el dueño del jardín tuvo que viajar y las dejó a mi cargo ¡Què días felices! Eran mías aunque transitoriamente. De entrada al jardín revoloteaban, me perseguían sin tregua, me acariciaban suavemente, se enredaban en mi pelo. Luego, al regreso del vecino desaparecieron misteriosamente poco a poco, primero unas cuántas, y el último par, hace unos días. Hoy volví al jardín vacio, mis manos agarraron la reja metálica y los recuerdos me inundaron. ¡Ah mí pobre alma! ¿Por què amas, por què te apegas? Allí en el silencio y el vacío recordé a B.. Que no se extrañan los sitios sino los tiempos, es una verdad a medias. Se extraña la vida, los seres, el alma de las cosas, lo compartido con "otro" que siente. Nunca he llorado recordando o volviendo a sitios donde pasè en soledad, feliz o nostálgica leyendo mil libros. Los sitios vacíos, los tiempos no compartidos con otros seres no son nada...
Mis mariposas, para siempre, allí en la soledad, en el vacío, entre la hierba triste, quedó indeleble el dibujo de mi amor, del amor entre sus vuelos.
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