lunes, mayo 16, 2011

De los efectos de ciertas aguas… [Del Letheo al Eunoé]

Pintura “River and fisher” By Savrasov
En el infierno, y luego de los terribles tormentos del castigo… de la sed y del fuego; arribar a La Llanura de Lethe, por la que pasa el río Ameles” [mencionada por Platón] y presenciar las calmas y silenciosas aguas del río Letheo, debía significar un indescriptible descanso para las almas descarriadas, que al atravesarlas; quedaban libres de recuerdos, conforme al mito griego. Una nueva memoria: Ese era el regalo del Letheo, para las ánimas que habrían de reencarnar en otro cuerpo; olvido total de su experiencia en la vida física  y del castigo efectuado en el inframundo, por las acciones efectuadas en ella, era el contundente efecto del suave licor que ofrecían mansamente sus aguas.
“[…] En el instante que alguien bebe de sus cristalinas aguas; queda en eterno olvido delicioso, de todas las penas y dichas que ha tenido; del licor el efecto prodigioso es tal, en aquel dulce estado, que llega aun a olvidarse de si mismo”.
Y tal como se deduce de este fragmento de “Paradise Lost” de John Milton; el río del olvido tenía sus pros y sus contras; ya que su embriagador efecto borraba todo… Lo bueno y lo malo; eliminando también el recuerdo de las ideas necesarias para evolucionar, para alcanzar “el cielo”. Es decir; que al ser, que se sumergía en el pacifico río, le quedaría posteriormente muy difícil; por no decir imposible, alcanzar la verdad.
Afortunadamente como todo tiene su opuesto, existía el río Mnemósine cuyas aguas provocaban el efecto del recuerdo de las vivencias y adicionalmente proveían “el conocimiento absoluto”.
Algunos creían que en el infierno, se les ofrecía a las almas la opción de elegir entre beber las aguas de éste o del Letheo. Algunas escuelas griegas guiaban a sus discípulos, para que llegado el momento, eligieran sin dudar las aguas de la reminiscencia.
Además de Platón; Virgilio en el VI libro de la Eneida, menciona el mito:
“[…] Las aguas del Leteo bañaban este lugar tranquilo. En las orillas del río revoloteaba una masa de sombras de todas las naciones del mundo, del mismo modo que en los hermosos días de verano las abejas se dispersan por las praderas, posándose en diversas flores y revoloteando alrededor de las azucenas, y todo el campo vibra ante el zumbido del enjambre. Eneas, asombrado, le pregunto a su padre que río era ese y por que todas aquellas sombras parecían agolparse tan apresuradamente sobre sus orillas… -Estas ánimas- respondió Anquises- deben animar nuevos cuerpos, y es por ello que vienen a las orillas de este río, cuyas aguas beben a grandes sorbos porque les hacen perder el recuerdo del pasado .[…]”

Y la creencia en la existencia de las prodigiosas aguas, se extendió hasta Italia. En la versión de Dante, contenida en La Divina comedia,  se contemplan el Leteo y el Eunoé; éste último se diferencia del Mnemósine griego, en que solamente hace recordar las virtudes. Primero se bebía del Leteo que extingue todo recuerdo, y luego al beber del Eunoé, las virtudes acudían a la memoria.
[…] El agua que ves no emana de un manantial  procedente de los vapores que el hielo convierte en lluvia, como los ríos que aumentan o disminuyen su caudal, sino que nace de un manantial fijo e inagotable, que recobra por la voluntad del ser supremo, todo lo que gasta en aumentar dos corrientes. Una de estas tiene la virtud de borrar la memoria de los pecadores, y la otra de avivar el recuerdo de las buenas obras. A la primera se la llama Leteo, que significa olvido, y a la segunda Eunoé, que quiere decir buenamente. Ninguna de las dos produce efectos si no se prueba a la vez el agua de ambas. […]”

Luego de consumir de las dos corrientes, Dante alaba el precioso sabor del recuerdo, que impregna las aguas del Eunoé:
[…] Lector: Si tuviera más espacio para escribir, alabaría cuanto me fuera posible el dulce licor, del que jamás me hubiera saciado; pero he de tener la habilidad de mi arte a las hojas destinadas a este tercer canto, que no me permite ir mas allá. Digo que volví, pues, de aquellas sacrosantas aguas tan vivificado como las plantas nuevas al reproducir sus hojas nacientes. Me encontré purificado y dispuesto a subir hasta las estrellas. […]”
[Canto XXXIII PARAÍSO TERRESTRE].

Y si alguna vez, Borges, dudara de que “Sólo una cosa no hay. Es el olvido” quién sabe; pero  evidentemente sabía, que para sentir "el efecto temporal” de las prodigiosas aguas del Letheo, no había necesidad de atravesar, del Lethe la llanura:
“Que otros en tu Leteo beban un triste olvido; yo busco en ti las fiestas del fervor compartido”. “Al vino” J. L. Borges.
“Vino, enseñame el arte de ver mi propia historia como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.” “Soneto del vino” J. L. Borges.

3 comentarios:

dago dijo...

Ante esta disyuntiva, ¿cuál río escoger?
dago

dago dijo...

El agua, siempre el agua. Ahora, que vivimos afectados por las lluvias, recordamos con verguenza tanto daño infligido a la naturaleza.

Paola dijo...

Dificil decisión; pero si hubiese que escoger uno, yo no quisiera el del olvido. Saludos Lic.
Gracias por la lectura. Un abrazo.

PD. Cierto; lastimosamente lo de las dificultades por la lluvia, es también consecuencia del maltrato al medio ambiente.

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