jueves, abril 17, 2014

Recuerdos recobrados, recuerdos adormecidos [Marcel Proust]


“[…] Recuerdo que un día de viaje, desde la ventana del vagón, me esforzaba por  extraer impresiones del paisaje que pasaba ante mí. Escribía mientras veía pasar el  pequeño cementerio aldeano, notaba barras luminosas de sol descendiendo sobre los  árboles, las flores del camino parecidas a las del Lys dans la vallée. Luego,  rememorando aquellos árboles listados de luz, aquel pequeño cementerio aldeano,  trataba de evocar aquella jornada, quiero decir aquella jornada misma y no su frío  fantasma. No lo conseguía nunca, y ya había renunciado a conseguirlo, cuando al desayunar el otro día dejé caer mi cuchara sobre el plato. Entonces se produjo el mismo sonido que el del martillo de los guardagujas que golpeaban aquel día las  ruedas del tren en las paredes. En el mismo instante, el momento quemante y  deslumbrador en que aquel ruido tintineaba revivió en mí, y toda aquella jornada con su  poesía, de la que sólo se exceptuaban, ganados para la observación voluntaria y perdidos para la resurrección poética, el cementerio de la aldea, los árboles listados de  luz y las flores balzacianas del camino.

En ocasiones, por desgracia, encontramos el objeto, la sensación perdida nos  hace estremecer, pero ha transcurrido demasiado tiempo, no podemos definir la  sensación, requerirla, no resucita. Al cruzar el otro día una oficina, un trozo de tela  verde que tapaba una parte de la vidriera rota me hizo detener de pronto, escuchar  dentro de mí. Me llegó un resplandor de verano. ¿Por qué? Traté de acordarme. Vi  avispas en un rayo de sol, un olor de cerezas en la mesa, y no pude acordarme.  Durante un instante fui como esos durmientes que al levantarse durante la noche no saben dónde están, tratan de orientar su cuerpo para tomar conciencia del lugar en que  se encuentran, sin saber en qué cama, en qué casa, en qué lugar de la tierra, en qué  momento de su vida se encuentran. Hallándome así vacilé un instante, buscando a tientas en torno al recuadro de tela verde, los lugares, el tiempo en donde debía situarse mi recuerdo que apenas despuntaba. Vacilé a un tiempo entre todas las  sensaciones confusas, conocidas u olvidadas de mi vida; aquello no duró más que un  instante. Inmediatamente no vi ya nada. Mi recuerdo se había adormecido para  siempre.”


Fragmento de: Ensayos literarios, Marcel Proust.

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