Locas y pequeñas flores de marzo que juegan a morir cayendo entre la brisa -como un poema japonés- no me recuerdan a las flores de Rilke:
«Una sola rosa es todas las rosas»
ni que murió -también- a causa de una rosa.
Tampoco a Wilde ni a Borges. En cambio me cantan, ya despojados de nostalgia los versos de Pessoa:
Las quiero solo cuando no las pueda haber.
¿Qué voy a hacer con las cosas
que cualquier mano puede coger?»
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