La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.
Aristóteles en Ética a Nicómaco.
3 comentarios:
Anónimo
dijo...
Es comprensible que la concepción aristotélica de que la virtud moral se adquiere mediante la repetición de actos haya ejercido gran influencia a lo largo del tiempo, pero también es necesario considerar una visión más matizada. No basta con repetir actos justos o valientes para alcanzar la verdadera virtud; la intención que subyace a esas acciones es igualmente crucial. Actuar sin una reflexión consciente sobre lo que hacemos no garantiza la formación de un carácter virtuoso. Además, la vida nos enfrenta a momentos críticos en los que una persona puede mostrar un coraje o una justicia excepcionales sin haberlos cultivado previamente. En esas situaciones, la virtud se manifiesta no como fruto del hábito, sino como una expresión genuina de una disposición moral interior.
«Me he entrenado para no quede lo que no quiero» Precisamente esto es lo que se entiende desde el judaísmo, si no también en el ámbito de la neurociencia, todo lo que usted hace cada día crea en usted un hábito o costumbre. Si es una acción, dado que es más relevante que el pensamiento usted va dominar el pensamiento respecto a eso. Suponga que usted es una persona que usa expresiones groseras normalmente desde pequeño, automáticamente si le pasa algo negativo va pronunciar sin siquiera pensarlo una grosería. Claro que importa la intencion, pero, piense en una persona que sabe que algo está mal pero lo hace (se acostumbró a hacerlo y al contrario no tiene el hábito ni el sentimiento de no hacerlo) aunque sepa que es negativo y tenga la intención contraria, lo va hacer porque no cultivó el hábito y no generó el sentimiento ni la fortaleza de no hacerlo. Hay gente que enfrentada a momentos críticos actúa de manera justa sí, pero esto es excepcional, no espere que un malvado, en la generalidad de los casos tenga un arranque de bondad.
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Es comprensible que la concepción aristotélica de que la virtud moral se adquiere mediante la repetición de actos haya ejercido gran influencia a lo largo del tiempo, pero también es necesario considerar una visión más matizada. No basta con repetir actos justos o valientes para alcanzar la verdadera virtud; la intención que subyace a esas acciones es igualmente crucial. Actuar sin una reflexión consciente sobre lo que hacemos no garantiza la formación de un carácter virtuoso. Además, la vida nos enfrenta a momentos críticos en los que una persona puede mostrar un coraje o una justicia excepcionales sin haberlos cultivado previamente. En esas situaciones, la virtud se manifiesta no como fruto del hábito, sino como una expresión genuina de una disposición moral interior.
«Me he entrenado para no quede lo que no quiero» Precisamente esto es lo que se entiende desde el judaísmo, si no también en el ámbito de la neurociencia, todo lo que usted hace cada día crea en usted un hábito o costumbre. Si es una acción, dado que es más relevante que el pensamiento usted va dominar el pensamiento respecto a eso. Suponga que usted es una persona que usa expresiones groseras normalmente desde pequeño, automáticamente si le pasa algo negativo va pronunciar sin siquiera pensarlo una grosería. Claro que importa la intencion, pero, piense en una persona que sabe que algo está mal pero lo hace (se acostumbró a hacerlo y al contrario no tiene el hábito ni el sentimiento de no hacerlo) aunque sepa que es negativo y tenga la intención contraria, lo va hacer porque no cultivó el hábito y no generó el sentimiento ni la fortaleza de no hacerlo. Hay gente que enfrentada a momentos críticos actúa de manera justa sí, pero esto es excepcional, no espere que un malvado, en la generalidad de los casos tenga un arranque de bondad.
1.*para no querer 2.*no sólo desde el judaísmo
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