sábado, julio 15, 2023


Lloro como una niña tonta a la que se le cae el helado y ve sin esperanza como se derrite entre el festín de las hormigas, y no como la anciana que encuentra el árbol. Precioso árbol que cortaron en la noche, tendido en el parque meciendo aun sus ramas entre la brisa triste.

Tantos caprichos. La tarde es clara, un hombre de la calle me sonríe y me señala el arco inmenso en el cielo usando la palabra “bonito” camino a paso ligero tratando de no ver. De pronto la mujer que mumura lo absurdo, y el hombre humilde que responde por mí. La bandada de palomas a tres cuadras y el vuelo inesperado asincrónico entre el divino ruido de las alas. Tengo sed. Me cuentan dos historias tristes, escucho una voz que había perdido por meses. Hace frío, todo pasa como en una secuencia lenta de imágenes a blanco y negro.

Lloro como la niña a la que su hermano cuenta, que un hombre ofrece a los que pasan dos pequeñas alondras que no alcanzaré y no podré comprar.


A/ Manet



 

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